Türkiye – Como otros cientos de miles de personas de la zona sudeste de Türkiye yo también estaba durmiendo cuando el mundo comenzó a sacudirse. Es difícil explicárselo a alguien que nunca ha vivido un terremoto, sin dejar de mencionar el hecho de que este es el de mayor intensidad en la historia de esta zona.
Fue algo surrealista. El piso y las paredes comenzaron a sacudirse, a doblarse, y nosotros empezamos a correr escaleras abajo por los tres pisos, buscando salir a la calle y alejarnos lo máximo posible, bien lejos de los edificios.
Fueron 60 segundos del terror más intenso que yo alguna vez haya sentido. Cuando logramos calmarnos un poco y nos dimos cuenta de que habíamos logrado sobrevivir, también nos dimos cuenta de que estaba lloviendo, de que teníamos mucho frío y que nuestras piernas se sentían como si fueran gelatina, como si ya no formaran parte de nuestros cuerpos. Todas las personas a nuestro alrededor estaban gritando, vociferando, dando alaridos.
Tras la angustia por el segundo terremoto, después de cierto tiempo logramos encontrar una escuela en la cual nos refugiamos. Junto a otros centenares de personas nos sentamos, nos tiramos al piso o nos quedamos de pie en la cancha de baloncesto, intentando avisar a nuestros familiares que nos encontrábamos con vida.
Luego me puse en contacto con mi trabajo y comencé a pensar de qué forma podía ayudar, cómo podía decirles lo que estaba ocurriendo, cómo rendir tributo a las maravillosas personas que estaban haciendo todo lo que estaba a su alcance para ayudarme a mí a otros miles que estaban en la misma situación que yo.
Pasamos la noche del lunes en un albergue coordinado por el Gobierno. Sentimos algunos temblores pero ahí estábamos cómodos y contábamos con bebidas calientes y algo de comida, además de un lugar para dormir. Ahora estoy en la oficina, poniéndome al día con todo, incluyendo la noticia desgarradora de que perdimos un colega. Otros están heridos, han perdido familiares y muchos han quedado sin techo. Otras personas, como un integrante de mi propio equipo sobrevivieron de puro milagro en Hatay.
Es difícil poner en palabras la tristeza de la situación. En un momento estábamos durmiendo y en cuestión de segundos estábamos en medio de uno de los peores desastres ocurridos en el mundo.
Honestamente, por dentro sigo a los gritos; son gritos de desesperación, angustia y temor. Pero miro a mis colegas, vecinos y amigos, mucho más afectados que yo y sin embargo son ellos que me alientan a seguir.
Es cierto que Türkiye es proclive a padecer sismos y que ha desarrollado un mecanismo de respuesta altamente reconocido en todo el mundo. Hemos estado trabajando con ellos por más de 30 años y son asociados fenomenales. Pero a pesar de todo esto lo que ha ocurrido los afectará profundamente. Es un doble golpe- más de un millón de personas que huyeron de la guerra en Siria y que habían logrado un estatus de protección temporal se encontraban justamente en la zona más castigada por el terremoto.
Estamos conversando con el Gobierno para ver cuál es la mejor forma de ayudar. En situaciones como estas la primera necesidad es la de implementar operaciones de búsqueda y rescate, y soy testigo de cómo muchos equipos llegan al país desde distintas partes del mundo para brindar asistencia. Por supuesto que habrá una gran necesidad de contar con albergues, pues muchos miles, tal vez cientos de miles de personas estarán sin un techo y el clima está muy frio. Necesitarán contar con un lugar para dormir en el corto plazo. Y también necesitarán prendas de abrigo, agua, alimentos, calefacción, habrá trauma y lesiones por aplastamiento, habrá grandes cicatrices mentales.
Muchas comunidades quedarán devastadas; muchas escuelas y hospitales quedarán dañados, muchos puestos de trabajo aniquilados. La logística de la asistencia será dificilísima – caminos y carreteras deberán repararse con prontitud. Será un enorme operativo de rescate, respuesta y recuperación y estamos listos para responder de la manera en que el Gobierno considere más adecuada y por el tiempo que sea necesario.