Hace un año, la guerra alcanzó a Khadim, madre de siete hijos en Jartum, capital del Sudán. Huyó 200 kilómetros al sudeste, hasta Medani. Allí la guerra la alcanzó en un sentido literal: estalló un tiroteo y quedó atrapada en el fuego cruzado. Terminó con un disparo en el hombro. Para recibir una atención médica adecuada, Khadim tuvo que recorrer con su familia otros 240 km hacia el este, hasta Gedaref.
Desde entonces, Khadim y su familia están allí, durmiendo en el suelo por las noches, en un campamento para desplazados que han dejado sus hogares por una crisis olvidada por el mundo.
El actual conflicto del Sudán comenzó en abril de 2023, y Khadim y su familia forman parte de los 8,6 millones de desplazados por los combates, una de las mayores crisis de desplazamiento jamás registradas desde la Segunda Guerra Mundial. También forman parte de los 25 millones de personas – más de la mitad de la población total del Sudán – que necesitan ayuda humanitaria.
Aun así, pese a las necesidades evidentes y bien documentadas, los organismos humanitarios han recibido tan solo el 5% de los fondos esenciales para evitar una mayor catástrofe en el Sudán este año.
Pero esta crisis va mucho más allá de las cifras. En el Sudán y en los países vecinos hay vidas destrozadas y familias desgarradas. A medida que los combates ganan terreno, la inseguridad alimentaria está en aumento, la salud se deteriora y los actos de abuso y explotación persisten con aparente impunidad. Estas son las consecuencias de la guerra en el Sudán.
Hoy se celebra en París una conferencia humanitaria en la que la comunidad internacional tiene la oportunidad de empezar a subsanar esta situación y de restaurar la promesa de humanidad. Los organismos de ayuda, entre ellos la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), presentarán sus casos a los Gobiernos donantes y les pedirán que ayuden a paliar una de las peores crisis humanitarias que el mundo ha presenciado en los últimos tiempos.
La triste realidad es que el mundo suele reaccionar demasiado tarde ante las crisis, y sin la ayuda financiera de países de todo el mundo, las necesidades del Sudán no harán más que agravarse y generar costos cada vez mayores. El albergue, la alimentación, el agua, el saneamiento y la higiene son algunas de las necesidades más básicas, pero también lo son los servicios de salud y educación, la salud mental y el apoyo psicosocial. Además, debemos redoblar esfuerzos para brindar ayuda y protección a las muchas víctimas de los desenfrenados actos de explotación y abuso, que son uno de los efectos de esta guerra.
Como el conflicto sigue ganando terreno, los países vecinos del Sudán también necesitan ayuda. Alrededor de dos millones de personas, en su mayoría nacionales sudaneses, se han desplazado desde las peores zonas de conflicto en el Sudán hacia los países vecinos. Este fenómeno ha puesto a dura prueba las capacidades de esos países, y especialmente de las comunidades situadas directamente en las fronteras. Debemos asegurarnos de que los países vecinos del Sudán y las comunidades de acogida estén en condiciones de prestar servicios esenciales a las personas que llegan.
Sin ayuda humanitaria, será cada vez mayor el número de personas afectadas por este conflicto que se desplacen y arriesguen su vida en un afán desesperado por cruzar las fronteras.
Y aunque consigamos fondos suficientes para realizar nuestra labor en el Sudán, sabemos que esta no será tarea fácil. Los agentes humanitarios en el Sudán son a menudo el blanco de ataques por parte de los grupos beligerantes, y los almacenes y oficinas de los organismos de las Naciones Unidas y otras entidades de ayuda han sido objeto de saqueos. Prestar ayuda a las poblaciones que la necesitan también es extremadamente difícil. En puntos conflictivos como Darfur, Jartum, Aj Jazirah y los estados de Kordofán, hacer llegar la ayuda a quienes la necesitan con suma urgencia tiende a ser casi imposible.
Sin embargo, nuestro cometido es ayudar a esas poblaciones, y esa es la razón por la que permanecemos activos y cumplimos nuestra labor en la mayor medida posible. Los organismos humanitarios trabajan incansablemente para que la población del Sudán no caiga en el olvido y para que el mundo se mantenga dispuesto a ayudar.
Al margen del financiamiento, lo que más necesitamos, como en tantas otras partes del mundo, es paz. Todos los que formamos parte de la comunidad humanitaria se lo pedimos a cada líder, a cada persona que pueda influir en las partes beligerantes: hay personas sufriendo y cuyas vidas están en juego. Busquemos paz.