Ginebra – En todo el mundo, mujeres valientes (y también algunos hombres), han roto el silencio en torno a la cuestión del acoso sexual y del abuso cometidos por quienes ocupan posiciones de poder. Su coraje está allanándoles el camino a otros para que puedan hablar acerca de sus propias experiencias.
Desgraciadamente, esas experiencias que las victimas están describiendo incluyen explotación sexual por parte del equipo de las Naciones Unidas. Pero no es responsabilidad de los sobrevivientes prevenir el abuso. Esa responsabilidad les corresponde a todos los miembros del equipo de las Naciones Unidas y a sus líderes.
Ha llegado el momento de erradicar la cultura de la impunidad que ha prevalecido durante demasiado tiempo en la comunidad internacional. La prioridad no debe ser proteger a quienes detentan el poder, sino asegurar que los sobrevivientes reciban justicia y el apoyo al cual tienen derecho.
Como integrantes del Sistema de las Naciones Unidas, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA por su sigla en inglés) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) tienen una política de tolerancia cero en torno a la explotación sexual por parte de nuestro personal hacia quienes estamos asistiendo; lo mismo puede decirse respecto del acoso sexual dirigido a colegas.
La OCHA y la OIM están firmemente comprometidas en la lucha mundial contra la explotación sexual, el abuso y el acoso en el sector humanitario. A tal fin, estamos tomando acciones decisivas en el ámbito legislativo, brindando apoyo, y realizando operaciones destinadas a prevenir y castigar los abusos.
Las relaciones entre la OCHA y el equipo de la OIM en el terreno y las personas en situación de vulnerabilidad a las cuales asisten se construyen sobre la base de la confianza. La explotación sexual y el abuso de las personas a las que se supone deben ayudar por parte de quienes trabajan en cuestiones humanitarias y de desarrollo constituye la más grave violación de dicha confianza. Fundamentalmente contradice los principios centrales y obligaciones de nuestra organización.
Para proteger a los más vulnerables de la explotación sexual y del abuso, hemos adoptado procedimientos operativos estándares para presentar y dirigir quejas. Hemos establecido procesos de denuncia, de investigación y disciplinarios, así también como programas de asistencia a las víctimas. Estamos comprometidos en cuanto a exigir capacitaciones regulares para todos los integrantes de nuestro equipo y a poner a disposición de todo nuestro personal información relacionada con la prevención de los abusos sexuales.
Hemos asimismo reformado las estructuras de recursos humanos de la OCHA y de la OIM para asegurar una mejor protección de los beneficiarios de la asistencia en todas las oficinas de nivel regional y del país. En programas en el terreno, los Coordinadores Humanitarios de las Naciones Unidas tienen la obligación de asegurar que los sistemas de prevención y de respuesta estén funcionando adecuadamente, y se espera que hagan entregas anuales de informes de progreso al Coordinador de la Asistencia de Emergencia.
Con miras al futuro, los líderes de todas las agencias del sistema de Naciones Unidas y de las principales organizaciones no gubernamentales deberán mantener el ímpetu actual en relación a la prevención de la explotación y del abuso sexual, tal como se acordó previamente por intermedio del Comité Permanente entre Agencias (IASC por su sigla en inglés), una plataforma de coordinación humanitaria clave presidida por la OCHA. Después de todo, queda aún un largo camino por recorrer antes de que podamos decir que el abuso sexual es cosa del pasado.
El progreso en pos de crear una cultura de la responsabilidad peligra cuando los incidentes no son denunciados o no lo son de manera adecuada. Por eso es que es necesario asegurar que todos los sobrevivientes conozcan la forma en que deben denunciar los abusos y que se haga justicia, como lo merecen.
Pero la tolerancia cero de las Naciones Unidas no puede detenerse allí. Debemos también proteger a nuestro propio equipo frente a cualquier daño. El acoso en el lugar de trabajo es una violación de los derechos básicos y de la Carta de las Naciones Unidas. También provoca daño emocional y físico, y generalmente excluye a mujeres y a personal gay, bisexual, transgénero, e intersex, de participar plenamente en todos los niveles de una organización.
De hecho, lograr una mayor diversidad resulta crucial para poder proteger al equipo del acoso sexual, motivo por el cual hemos hecho de tal protección una prioridad número uno. Sin dudas, el reclutamiento de más mujeres en todas las áreas y en todos los niveles aceleraría el ritmo del progreso. Pero, al mismo tiempo, no debemos olvidar tampoco que los hombres pueden convertirse en blanco de acoso sexual y de abuso en el lugar de trabajo.
De conformidad con la política de las Naciones Unidas sobre acoso en el lugar de trabajo del Secretario General António Guterres, hemos impuesto estrictas políticas de tolerancia cero en cada una de nuestras organizaciones. Y hemos establecido mecanismos de denuncia y procedimientos de seguimiento para abordar los abusos en los niveles más altos. Ahora, este progreso debe equipararse con políticas proactivas para empoderar a los sobrevivientes y para prevenir abusos antes que nada.
El acoso sexual en el lugar de trabajo, así como la explotación sexual de personas en estado de necesidad, no tiene cabida en las Naciones Unidas ni en ningún otro lugar. Como funcionarios de rango internacional, sentimos una responsabilidad especial en cuanto a liderar a través del ejemplo y continuar trabajando día a día para eliminar estos flagelos de una vez por todas.
Mark Lowcock es el Secretario General Adjunto de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas. William Lacy Swing es el Director General de la OIM, el Organismo de las Naciones Unidas para la Migración.