En los días entre Navidad y Año Nuevo los ucranianos seguimos celebrando. A pesar de la guerra, es un momento especial para entregar regalos a los niños, reunirse con amigos y familiares y al menos por un par de días, alejarse un poco de la dura realidad de los casi dos años de miedo y derramamiento de sangre. A pesar de la realidad que nos rodea, intentamos tener un semblante feliz y albergamos la esperanza de que ocurra un milagro de Navidad.
El 29 de diciembre yo estaba de franco pero como el resto de los ucranianos tuve que levantarme temprano por las alertas que daban cuenta de incursiones aéreas. Había misiles rusos dirigidos a Dnipro, Zaporizhzhia, Kyiv, Lviv y otras ciudades ucranianas. El mayor ataque bélico estaba en camino, con drones de combate, misiles balísticos permanentes y otras armas hipersónicas.
No había tiempo para analizar o racionalizar. Sin pensarlo demasiado tuve que organizar y coordinar la respuesta humanitaria de la OIM. La información me llegaba con gran rapidez y fue así como me enteré que muchos civiles estaban muertos o heridos, y muchos hogares destruidos o dañados. Toda la nación se encontraba en estado de shock. Ni siquiera las maternidades en los hospitales habían salido ilesas.
Mi ciudad, Dnipro, es una de las mayores ciudades en Ucrania y tiene más de un millón de habitantes. Cuando la guerra comenzó se convirtió en una ciudad de la primera línea y tuvo que albergar a cerca de 150.000 personas desplazadas.
El primer paso fue trabajar con las autoridades regionales y municipales de Dnipro para poder determinar qué lugares habían sufrido los peores daños y poder dirigir la ayuda hacia esos lugares.
Me dijeron que los kits para albergues eran prioritarios puesto que muchos hogares habían resultado severamente dañados. Con un duro clima invernal lo que menos necesitaba una población afectada por la guerra era tener agujeros en la pared o ventanas rotas.
E incluso las autoridades locales necesitaban nuestra ayuda. Uno de los edificios afectados fue la oficina del Departamento Regional de Protección Social de Dnipro, que era la autoridad que brinda apoyo a las personas más vulnerables de la región. Un misil impactó contra un edificio cercano y provocó la voladura de ventanas. Eso hizo que los trabajos urgentes se volverán imposibles. También tuvimos que ayudar a los civiles y apoyar al Departamento.
Afortunadamente pudimos ofrecer respuesta por medio de kits para albergues de emergencia con financiamiento de la UE, los cuales contenían martillos, clavos, lonas impermeables, lonas de plástico, cuchillos, sogas y materiales para reparaciones para lograr al menos proteger a las personas del frio y del horrible viento.
No tengo palabras para felicitar a mis colegas. Con gran rapidez pudieron alquilar camiones y los llevaron a los depósitos en donde los cargaron y los despacharon rumbo a los vecindarios más afectados. Sin importar sus puestos de trabajo o las tareas que le competen a cada uno, todos ellos colaboraron para que las mercaderías les fueran entregadas a las personas que más las necesitaban.
Doce horas después de estos tremendos ataques hemos entregado 420 kits de albergues de emergencia a los residentes locales y personas desplazadas en la ciudad de Dnipro y otros 100 kits a las autoridades locales, permitiéndoles seguir asistiendo a los civiles en situación de vulnerabilidad en la región.
No fue el milagro de Navidad que esperábamos pero al menos pudimos ayudar a nuestros vecinos a que se sintieran abrigados y les mostramos que ellos nunca tendrán que enfrentar la adversidad a solas. Ni en Navidad ni en Año Nuevo. Nunca.