Famosa por ser la playa marítima natural y agreste más larga del mundo, Cox’s Bazar, en el extremo meridional de Bangladesh, sufre un problema que también afecta a otros océanos del mundo: la proliferación de desechos plásticos.
Las bolsas, pajitas y tazas de plástico que la gente tira en los cafés y parques terminan en las playas. Por todos lados hay desechos plásticos: desde en los vientres de las tortugas hasta en las playas de islas lejanas.
Desde 2017, Cox’s Bazar también ha sido conocido por albergar el mayor campamento de refugiados del mundo, con casi un millón de personas refugiadas rohingyas que vienen a agregar presión ambiental al distrito – no solamente porque había familias que recogían leña de bosques locales [problema que se redujo con el uso de gas licuado de petróleo]- sino también por la rápida acumulación de desechos plásticos.
El flagelo de los residuos plásticos es mucho más grave aquí, porque obstaculiza canales y caminos dentro de los atestados campamentos de refugiados y en áreas circundantes.
Tras el masivo influjo rohingya en 2017, Rofiul, una persona refugiada rohingya que ya había estado viviendo con su familia en el Campamento 24 durante los últimos 15 años, tuvo que enfrentar la alarmante situación de que muchos residentes en el campamento tiraran plásticos y otros desechos, llenando de basura los alrededores y provocando que los caminos se bloquearan por la suciedad y los desperdicios. Lo que es aún peor, en una región muy proclive a los monzones, los muy básicos sistemas de desagüe se rebalsaban o tapaban con agua sucia durante y después de las abundantes lluvias, creando un campo propicio para la proliferación de mosquitos transmisores de enfermedades, de moscas y de otros vectores.
Entre los elementos que más contribuían a esta crisis ambiental pueden mencionarse las bolsas de polietileno, de uso común y no degradables, que terminaban en la pila de desechos, atascando drenajes y provocando que el agua estancada se acumulara en muchos lugares.
Rofiul fue testigo de primera mano del impacto perjudicial de la contaminación por plásticos sobre la calidad del suelo, la cual provocó que se redujera la producción y cosecha de vegetales entre los refugiados que dependían de pequeños lotes de terreno para su sustento. Fue en ese momento que Rofiul y otras personas en el campamento se dieron cuenta de que había que hacer algo.
En abril de 2019, iniciaron un grupo de voluntarios dedicado a la recolección de desechos y en coordinación con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y su asociado Dushtha Shasthya Kendra (DSK), establecieron un sistema funcional de recolección de residuos con el apoyo de la Dirección General de Protección Civil y Operaciones de Ayuda Humanitaria Europeas (ECHO).
Finalmente, algo tangible se estaba haciendo para solucionar el problema de las montañas de plástico y otros desechos que habían inundado los campamentos.
Diariamente los voluntarios recorrían los campamentos y hacían sonar los silbatos para avisar a las familias de personas refugiadas que podían entregar los residuos, incluyendo los plásticos.
A cada familia se le entregan dos cubos de basura, codificados por colores, uno rojo y uno verde. El color sirve para recordarles a las familias la importancia de clasificar los desechos – los orgánicos como los restos de comida y ramitas de los huertos van en el de color verde, y los no biodegradables, como el plástico y el polietileno, en el de color rojo.
En cuestión de semanas este sistema muy sencillo, pero a la vez muy efectivo empoderó a la comunidad, promoviendo un sentido de orgullo y responsabilidad con relación a mantener limpio el ambiente en el cual estas personas viven.
Las actividades de la OIM, de DSK y los voluntarios rohingyas van mucho más allá de la simple recolección de residuos. Eventualmente se creó una planta de reciclado en la que las bolsas de polietileno, que alguna vez fueron la pesadilla del campamento, son convertidas en productos útiles por medio de métodos innovadores de reciclado.
En la actualidad, con casi un millón de personas refugiadas albergadas en los campamentos, la planta de reciclado coordinada por la OIM convierte las bolsas, botellas de bebidas y otros envases plásticos descartados en coloridos bloques en forma de letras para los niños y niñas, en pizarras para escribir, en lozas para aceras, en bloques para cubrir los huecos de las letrinas, en arandelas de plástico, y en otros productos de gran utilidad.
La planta de reciclado forma parte del Programa de Agua, Saneamiento e Higiene para Todos (WASH) cuya estrategia busca optimizar la reducción, la reutilización y el reciclado de desechos producidos por los refugiados.
Cada día, la planta procesa unos 65 kg de bolsas de plástico (unas 24.830 unidades), recibidas de los residentes en los campamentos.
¿En qué se basa en proceso de reciclado?
El primer paso del proceso de reciclado es lavar y secar los residuos plásticos. Luego de eso, y una vez secos son cortados en tiras muy pequeñas, que son colocadas en una máquina picadora de plástico. Esta máquina derrite los trozos de plástico y les da una forma parecida a la de los fideos, los cuales son luego derretidos otra vez y convertidos en bolitas. Esas bolitas son colocadas en la máquina modeladora para obtener el producto final.
Los productos que se producen actualmente son usados en los campamentos con diferentes propósitos. Hay por ejemplo bloques en forma de letras para apoyar el aprendizaje de niños y niñas, bloques de plásticos para las aceras, materiales sólidos para estabilización, bloques circulares de plástico para cubrir los agujeros de las letrinas, y pequeños bloques plásticos para cubrir la abertura de los agujeros de las mismas.
Lento pero seguro, el campamento de Rofiul ha experimentado una magnífica transformación. Las zonas aledañas a los campamentos son un testimonio de los esfuerzos colectivos de la comunidad.
Los senderos que alguna vez estuvieron llenos de suciedad ahora en su gran mayoría están limpios y el aire se siente más puro. La comunidad ha podido ser concientizada en lo relacionado con las consecuencias dañinas de arrojar desechos de polietileno y ahora cuidan mucho la manera en que tiran la basura, haciéndolo de forma responsable.
"Tenemos el orgullo de haber podido crear un espacio para el desarrollo de este innovador proyecto, luchando simultáneamente contra los desechos plásticos y contra la falta de información. Es la transformación de algo que era dañino y feo en algo constructivo, echando a la vez cimientos para la educación”, dijo el Jefe Adjunto de Misión de la OIM Bangladesh Nihan Erdogan.
Mientras las tareas de reciclado siguen aumentando, la planta desea expandir sus actividades mucho más allá de la producción de materiales educativos a partir del plástico reciclado y desea producir también contenedores plásticos reutilizables para el mercado local.
Al abordar el impacto ambiental de los desechos plásticos, la planta ofrece también beneficios muy positivos a la salud de la comunidad. Antes se tiraban las tazas y botellas de plástico en cualquier parte y esto era caldo de cultivo para la proliferación de mosquitos vectores de diversas enfermedades. Ahora a esos elementos se les da un nuevo propósito lo cual reduce el riesgo de que aparezcan dolencias como el dengue o la malaria en esta población que ya de por sí es muy vulnerable.
"Quiero destacar la importancia de este proyecto. No solamente aborda la problemática de los desechos plásticos, sino que también empodera a las personas refugiadas rohingyas y a las comunidades locales dotándolas de capacidades vocacionales de gran valor que sin duda alguna tendrán un impacto positivo duradero”, señaló Sarah Arriola, Directora Regional de la OIM para Asia y el Pacífico en ocasión de su visita al centro de reciclado en mayo de 2023.
RD Arriola agregó que: “En un mundo en el que la protección ambiental es una preocupación de muchas personas, iniciativas como estas tienen una importancia enorme. Espero que este proyecto excepcional pueda ser replicado en muchos otros lugares y comunidades”.
Historia escrita por Tarek Mahmud y por Itayi Viriri.